marqueta.org

You can't always apt-get what you want
Infosec - Cycling - Estudiantes
RHCE / RHCSA
Once a sysadmin, always a sysadmin


Día 4: de El Burgo Ranero a El Ganso


27 de mayo de 2024

Sobre las 7:30 de la mañana abandono el albergue Domenico Laffi. Del camino de 2022 recuerdo una estupenda tostada de tomate en El Burgo Ranero así que voy directo al bar donde la tomé.

El bar de El Burgo Ranero

El bar de El Burgo Ranero

La dueña sigue siendo la misma; le pido la tostada (y le explico por qué) y le sorprende y le hace muchísima ilusión que me acuerde de eso. Tanto es así, que sale de la barra para contárselo a un vecino del pueblo:

— “¿Te puedes creer que ha vuelto porque se acordaba de que la tostada le gustó mucho?”

Charlamos un rato los tres y, antes de salir, me coge cariñosamente del brazo para desearme Buen Camino y… que pueda volver otro año a por una tostada. Por supuesto, prometo intentarlo (y lo digo con toda seriedad) mientras me sorprendo de lo poco que cuesta dar una pequeña alegría a una persona. A lo tonto, empiezo el día de muy buen humor.

La famosa tostada

La famosa tostada

De nuevo la mañana es fresca y llevo manguitos, perneras y chaqueta. A la salida de El Burgo Ranero, como sucede en tantos otros sitios, el camino discurre pegado a una desierta carretera. En estos casos es evidente que la carretera es mi sitio; el terreno es, además, muy favorable y los primeros kilómetros pasan volando. Así, paso Reliegos en dirección a Mansilla de las Mulas.

De Mansilla tengo un recuerdo extraño; de una ciudad triste, apagada, como detenida en otro tiempo, en blanco y negro. Recuerdo una foto de mi viaje anterior de un viejo taller a la entrada del pueblo que refleja muy bien esa idea:

Garaje

Garaje en Mansilla de las Mulas

No sé bien por qué, pero me impactó comprobar que el edificio sigue exactamente igual. Me entretengo un rato por las calles del pueblo, dando un rodeo por su muralla, con intención de cambiar ese recuerdo; no estoy seguro de haberlo conseguido.

Abandono Mansilla cruzando el Esla y vuelvo a la pista, llana y cómoda para la gravel. La siguiente población que me encuentro es Puente Villarente, y su gran puente ya mencionado por Aymeric Picaud en el Codex Calixtinus.

Puente Villarente

Puente Villarente

Me estoy aproximando a León y el paisaje empieza a cambiar, haciéndose evidente que entro en una zona más industrializada. En Valdelafuente, una pasarela de acero azul ayuda a evitar la carretera en el Alto de El Portillo, desde donde tenemos una completa vista de la capital leonesa.

León

León

Entro a la ciudad por la barriada de Puente Castro y me detengo en un puesto de atención al peregrino junto al río Torío. Allí, un tipo simpatiquísimo de Protección Civil me cuenta qué ver en León y por dónde ir con la bici. Allí mismo pongo el sello y sigo en línea recta en dirección a la Catedral.

Catedral de León

Catedral de León

Hecha la foto de rigor, me acerco a la plaza de San Marcelo donde me siento a almorzar. Sin mucha espera, continúo en dirección a San Marcos para cruzar el Bernesga y salir de la ciudad.

San Marcos

San Marcos

Soy consciente de que me espera uno de los tramos más feos y desagradables del Camino Francés: la salida de León. Al paisaje más industrial se une que no siempre hay un camino para peregrinos por lo que a veces (sobre todo en la travesía de algunos pueblos) hay que elegir entre la acera y la N-120 que en esta zona tiene bastante tráfico.

En todo caso tampoco son demasiados kilómetros y, pasado Villadangos del Páramo, la cosa vuelve a la normalidad. La parte incómoda son fundamentalmente las travesías de Trobajo del Camino, La Virgen del Camino, Valverde de la Virgen, San Miguel del Camino, Villadangos del Páramo y quizá San Martín del Camino. Es decir, las travesías de los pueblos en un intervalo de unos 10 km, tampoco es para tanto.

En cualquier caso, la próxima vez (que espero que la haya) exploraré la variante de Villar de Mazarife.

San Miguel del Camino

San Miguel del Camino

Al poco de salir de San Martín ya cojo una pista excelente donde la gravel vuela. El tramo es rodador y comodísimo y en un rato (que a mí se me hace muy corto) me deja en Hospital de Órbigo, en su famoso puente del Paso Honroso.

Puente

Puente del Paso Honroso

Retrocedo unos metros hacia la entrada del pueblo porque he visto un bar con terraza interior y parking para bicis. Entro, pero solo tienen cosas de “picoteo” y me apetece, por fin, comer en condiciones así que cruzo el puente y doy una vuelta por el pueblo. Doy con el restaurante Los Ángeles donde ofrecen un menú de peregrino y aquí viene una de las gratas sorpresas del viaje:

La señora que me atiende en el restaurante me sugiere guardar la bici en un portal cercano; entro y, para mi sorpresa, encuentro un auténtico museo. En el interior, un señor muy amable me explica que lo que hay allí son los objetos personales de su familia (principalmente sus abuelos y los de su mujer). El lugar es increíble, bicicletas antiguas, una carreta con la que iban a por vino a Rueda, tomahawks, esquís, una barbería, una cocina antigua, todo tipo de objetos del siglo pasado (, muy posiblemente, del anterior)… demasiadas cosas y demasiado diversas como para contarlas en este pequeño artículo.

Museo

Habitación de museo en Hospital de Órbigo

Me quedo embobado recorriendo las múltiples habitaciones hasta que la señora del restaurante viene a por mí. Me sugiere, con buen criterio, entrar a comer y que deje la visita para más tarde. Tomo un menú que me sabe a gloria a precio razonable y, tras la comida, continúo con la visita al museo.

Pasta

La pasta me supo a gloria bendita

La tarde era ya muy calurosa cuando reemprendí la marcha. La ruta no ofrecía, además, mucha sombra. El terreno empieza a subir conforme me aproximo a Villares de Órbigo. A la salida, un grupito de ciclistas con bicis de gravel me adelanta e intercambiamos algún comentario elogioso sobre nuestras bicicletas (ya que varias son de la misma marca que la mía, Megamo). No llevan nada de equipaje, así que asumo que son ciclistas de la zona.

Pasando Santibáñez de Valdeiglesias la subida se endurece algo y el terreno es un poquito más incómodo. Creo recordar haberme bajado a empujar unos metros en alguna rampa con mucha piedra, pero no estoy totalmente seguro. Sigo cruzándome de vez en cuando con los graveleros.

Cerca el punto más alto de la subida encuentro uno de esos desconcertantes lugares que jalonan el Camino, el área de descanso de peregrinos conocida hasta hace poco como “La Casa de los Dioses” y ahora como “El Jardín del Alma”.

Se trata de una nave abandonada donde alguien (antes David, ahora Kevin) se ocupa de mantener un auténtico oasis para los peregrinos donde no falta de nada: bebidas, café, fruta, sillas, sillones y sofás y hasta guitarras. Es, de verdad, un sitio muy particular.

La Casa de los Dioses

El jardín del Alma (antes La Casa de los Dioses)

Tomo un trozo de sandía (¡riquísima!) y dejo un donativo en la caja que hay al efecto. Prosigo y me cruzo con un chaval muy jovencito que viaja en bici con su padre. Es inglés y rondará los ¿12 años?. Creo recordar que me dijo que empezaron el camino en León, ¿o fue en Burgos? En cualquier caso, bravo por el chaval. ¡Y por su padre!

Poco después alcanzo el crucero de Santo Toribio desde donde se tiene una vista privilegiada de Astorga y su entorno.

Crucero de Santo Toribio

Crucero de Santo Toribio

Astorga

Vista de Astorga desde el crucero de Santo Toribio

Una sencilla y rápida bajada me deja en San Justo de la Vega, ya muy cerca de Astorga. Cruzo la vía del tren por una alambicada pasarela. Una vez en la capital maragata me siento en la Plaza Mayor a tomar un refresco y buscar alojamiento para pasar la noche. Allí me vuelvo a encontrar con los graveleros y me doy cuenta de que no son de la zona sino que también “viajan”. Imagino que su equipaje lo lleva alguna empresa de transporte; cada cual tiene su manera de hacer las cosas.

Palacio episcopal

El Palacio Episcopal de Astorga

Mi idea es salir de Astorga y aproximarme a la subida a la Cruz de Ferro. Encuentro un albergue en El Ganso y me dirijo hacia allí. Son unos 15 kilómetros en suave pero constante ascenso donde alternaré pista y carretera. Por el camino pasaré por Murias de Rechivaldo (¿puede que sea el mejor nombre de pueblo de todo el Camino Francés?) y Santa Catalina de Somoza.

Ya en El Ganso, no me cuesta dar con el Albergue Gabino, en plena carretera. ¡El sitio es precioso! Es un pequeño albergue, muy cuidado y con muy buen gusto, en el que nos alojamos 8 personas: una mujer holandesa, otra de Michigan, tres hombres francófonos y más adelante llega una pareja de coreanos muy jovencitos que, como es habitual, van por libre y no se relacionan mucho con los demás.

Lo primero que hago, tras aparcar la bici en el patio, es pegarme una buena ducha, dejar la ropa para lavar y acercarme a la pequeña tienda del pueblo a comprar algún refresco. Con todo ello, me siento en el patio con mi libreta a escribir las impresiones del día mientras están frescas. Que luego hay que escribir un blog!

Radler

Sí, me he tomado una Radler, ¿qué pasa?

El albergue ofrece una cena a la que me apunto: una rica ensalada de frutas y pasta con ajo y aceite, muy parecida a la que hago en casa y que a los chicos les encanta. Frente a mí se sienta la mujer de Michigan y, a su lado, la holandesa. Los otros tres hombres hablan en francés (con mención especial para un quebecois, al que no le da la gana de hablar inglés) así que, terminada la cena, las dos mujeres y yo nos vamos al patio a continuar la sobremesa. Pasamos un rato entretenido hablando de todo un poco hasta que el cansancio nos vence y nos retiramos a dormir.

Resumen de la etapa

Track

Track de la etapa

Perfil

Perfil de la etapa

👈 Día 3: de Fuente Sidres a El Burgo Ranero | Día 5: de El Ganso a La Portela 👉