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Día 5: de la Maragatería al Bierzo


28 de mayo de 2024

He pasado buena noche. Un poco “ruidosa” por algún(a) compañero(a) de habitación, pero he descansado bien. Con el paso de los días el cuerpo se va adaptando y, en lugar de estar cada día más cansado, lo estás menos. O esa la sensación que tengo.

Ayer no tuve la precaución de comprar algo para el desayuno; en el albergue hay alguna cosilla pero prefiero salir en ayunas y parar en Rabanal del Camino, a unos 6 km de la salida. Hoy toca subir la Cruz de Ferro, el punto más alto del Camino Francés y uno de sus hitos más icónicos.

Albergue Gabino

Todo listo para salir

Recojo las cosas y sobre las 7:45 de la mañana estoy listo para salir. Cosa rara, hoy soy de los primeros en ponerse en marcha. Delante de mí solo ha salido la mujer de Michigan, con la que aún tengo tiempo de cruzar unas palabras y compartir unas risas al adelantarla.

El día es precioso. No puedo sino recordar mi viaje anterior, cuando la lluvia, la niebla y el frío me impidieron disfrutar de esta etapa. Lo pasé realmente mal, pero hoy iba a ser muy diferente.

Desde El Ganso son unos 15 kilómetros hasta la Cruz, con unos 500 metros de desnivel. Es un puerto largo pero tendido, sin grandes rampas. Nada que ver con O Cebreiro, que tocará mañana. De momento pongo un ritmo muy lento por carretera hasta Rabanal, donde paro de desayunar: Café, pincho de tortilla y un plátano. Comparto el desayuno con un peregrino madrileño que está en su tercer intento de terminar su peregrinación a Santiago; distintos incidentes -ya fueran enfermedad o lesión- se lo impidieron en ocasiones anteriores.

Y esto me lleva a una discusión que tuve con varias personas a lo largo del camino; no parecen existir datos fiables de cuántas personas empiezan y, por distintas razones, no lo pueden terminar. Pero deben ser muchas. La mujer de Michigan comentó ayer en el albergue que, de las siete personas con las que entabló conversación en su primer día en Roncesvalles, solo quedaban dos en el camino. El resto había tenido algún impedimento, generalmente alguna lesión o enfermedad; y, en un caso, fue simplemente la pérdida de motivación lo que llevó a una persona desistir de la peregrinación.

Me despido del madrileño al que dejo quejándose (quizá con un poco de razón) de los precios; sí es cierto que, en algunos lugares, exprimen un poco al peregrino pero entiendo que para muchos es su forma de ganarse la vida y que hay alternativas para quien no esté conforme con ello.

Al pasar por una fuente me doy cuenta de que he olvidado rellenar los bidones así que paro a coger agua. Al volver a la carretera coincido con un ciclista belga que viene pedaleando desde su casa. Hacemos juntos un tramo de la subida y me cuenta que salió unas tres semanas atrás y que lleva una media de 100 km y 1.000 m de desnivel al día. Tras un rato de charla le animo a continuar a su ritmo, pues salta a la vista que es más rápido que yo. Nos volveríamos a encontrar más adelante.

Fuente

Cojo agua en la fuente

Poco a poco, a un ritmo lento, llego a Foncebadón, la última localidad antes de coronar el puerto. A la salida del pueblo están las rampas más duras, pero nunca llegan a dos dígitos. Antes del crucero hay una pequeña bajada que, analizando a posteriori, hace que me dé cuenta de que el punto más alto del Camino Francés no está exactamente en la Cruz sino unos cientos de metros antes.

Entre el desayuno y las paradas me ha llevado una hora y cuarto llegar a la Cruz de Ferro. Cuando llego aún está ahí el ciclista belga y un par de leoneses con e-bikes con los que creo que había coincidido en algún momento del día anterior.

Cruz de Ferro

Cruz de Ferro

El montón de piedras responde a antiguas tradiciones; en general, son piedras que traen los peregrinos desde sus lugares de origen y que dejan allí como agradecimiento, como ofrenda o como una representación de abandonar ahí su carga, sea cual sea esta. Hay muchos y muy diferentes relatos que lo explican.

Paro un rato a disfrutar de la preciosa mañana y aprovecho para ajustar las calas; mientras, tengo un recuerdo para Luis y me pregunto si él (al contrario que yo) llevaría una piedra en sus caminos.

El descenso del puerto es larguísimo, pero no empieza en la cruz; al contrario, quedan un par de kilómetros de repechos duros, alguno con picos del 13% (siempre que digo esto se me viene a la cabeza Perico Delgado y su particular forma de describir los puertos: “…pendientes del 7, 8 y 9 por ciento con picos del 10, del 11 y hasta del 12 pero que llegan al 13%…”).

De camino a Manjarín, paré un rato en el refugio de Tomás, “el último templario”, con la excusa de sellar la credencial. He dicho refugio por que es lo que es, no un albergue. Está ahí para quien tenga una emergencia, cosa que puede ocurrir en esas altitudes; para hacerse una idea, no hay baños ni duchas. Tomás es un tipo peculiar con el que tuve una agradable conversación. Por lo que he leído después, está medio “retirado” y ya no vive en el refugio, aunque lo cierto es que él no lo mencionó en el rato que estuvo contando historias. Ahora que lo pienso, ni siquera estoy 100% seguro de que fuera Tomás y no uno de sus compañeros que cuidan el refugio.

Refugio en Manjarín

Refugio de Tomás en Manjarín

Pasada la zona de repechos empieza por fin el descenso, que es largo y con fuertes pendientes; si el puerto de Foncebadón es muy amable en dirección a Santiago, de vuelta debe ser un coloso. El paisaje es maravilloso y para mí es todo nuevo, pues la lluvia y la niebla del anterior viaje no me habían dejado admirarlo.

Paso de largo El Acebo -donde solo me detengo a reponer agua- y Riego de Ambrós, destino para muchos de los peregrinos a pie tras pasar la Cruz de Ferro. Pero yo quiero avanzar hasta quedarme tan cerca como sea posible de O Cebreiro.

El largo descenso termina en Molinaseca; atravieso el pueblo, también sin detenerme, y continúo por carretera hasta la cercana capital del Bierzo, Ponferrada. El imponente castillo templario es parada obligada.

Castillo

El castillo templario de Ponferrada

Entro en un bar junto al castillo con intención de almorzar; pero, tras un rato sin que me hagan ni caso, decido salir y continuar viaje.

Hoy es día de mucho asfalto y continúo por carretera por las poblaciones de Fuentesnuevas y Camponaraya donde retomo un tramo de pista que, entre viñas, me acerca a Cacabelos.

198 km

Faltan menos de 200 km

Cacabelos es una localidad tremendamente rica en historia en la que, hoy en día, el vino tiene una gran importancia. Por ejemplo, es sede del Consejo Regulador de la Denominación de Origen del Bierzo, que tiene un singular edificio en pleno Camino de Santiago.

DO Bierzo

Sede del Consejo Regulador de la D.O. Bierzo

Es uno de esos sitios que tengo ganas de disfrutar con más calma; a ver cuándo un fin de semana en Ponferrada y Cacabelos…

Pero, de momento, sigo a lo mío y continúo, de nuevo por carretera, hacia Villafranca del Bierzo. Allí pasé mi peor momento del camino en 2022, cuando creí que iba a abandonar por las fuertes lluvias. Hoy el día es precioso, quizá en exceso caluroso para la época del año. Es hora de comer y encuentro un apetecible menú peregrino en el bar El Castillo, frente al castillo-palacio de los Marqueses de Villafranca. Como un plato de pasta, un segundo plato que no recuerdo, helado y café.

La sobremesa la paso con un extraño y simpático peregrino alemán, nacido en la ciudad que no existe. El tipo me contó que era un respetado ingeniero en una gran tecnológica y que decidió retirarse joven y vivir modestamente con la pensión que le correspondiera y sus ahorros. Lo contaba tan bien que daban ganas de seguirle, aunque no sé si yo me atrevería a tal cosa.

Como de costumbre, aprovecho la hora de comer para buscar alojamiento. Mi idea era acercarme todo lo posible a O Cebreiro por lo que empiezo a buscar en Las Herrerías, pero tengo que retroceder hasta La Portela. ¡Y gracias! La verdad es que no está fácil encontrar alojamiento; seguramente es posible continuar porque no todos los albergues o alojamientos en general son fáciles de encontrar online. Pero tampoco quería arriesgarme a tener que subir O Cebreiro tras casi 100 km y a más de 30 grados.

Con una reserva en un alojamiento de curioso nombre y 14 kilómetros por delante, reanudo la marcha. Al poco de salir, encuentro un mojón que me resulta familiar y hago una foto casi idéntica a la del viaje anterior:

187 km

187 km (2022)

187 km

187 km (2024)

A la salida de Villafranca del Bierzo se toma la antigua N-VI, pero el andadero (compartido con las bicis) está totalmente separado de los coches por un murete de hormigón. La verdad es que está muy bien resuelto.

Sin embargo, en este tramo estuve a punto de tener un pequeño incidente debido a una costumbre muy extendida entre los peregrinos: caminar con auriculares.

Quiero dejar muy claro desde el principio que el respeto a los peregrinos a pie debe ser absoluto y hay que respetar su prioridad. Es IMPRESCINDIBLE el uso del timbre. Y no es suficiente con avisar, es necesario asegurarse de que se han enterado y de que saben que va a pasar una bicicleta. Por supuesto, hay que aminorar la marcha, ponerse a su paso y, cuando sea necesario, bajarse de la bicicleta.

Pero todas las precauciones son inútiles si, por más que uses el timbre o les grites están totalmente aislados del entorno por los auriculares.

Pues esto me sucedió con un peregrino coreano. Usé el timbre, le grité varias veces… nada. A su paso, empujando la bici con los pies (es decir, ya sin pedalear) empecé a sobrepasarle; pues estaba tan absorto que se asustó, me empujó y estuve cerca de caer por un talud y hacerme daño. Con mucha serenidad traté de hacerle ver que no era buena idea llevar los auriculares; se disculpó unas mil veces… pero no, no se los quitó.

Ya se nota la cercanía a Galicia; el paisaje es cada vez más verde y más frondoso y robles y castaños cada vez más frecuentes. El camino cruza varias veces la carretera al tiempo que pasa por Pereje y Trabadelo, remontando el curso del río Valcarce. A la entrada de la siguiente población, La Portela, encuentro este cartel:

Cartel

Buen nombre para un albergue

Ese iba a ser mi albergue, y me tenía realmente intrigado. Aún tuve que cruzar el pueblo ya que está a la salida del mismo. En la terraza me recibió una chica brasileña a la que, en una mezcla de inglés y español, expliqué que ya tenía una reserva.

Joshua, un voluntario australiano, fue el que me indicó dónde estaba la habitación que compartiría con otros tres peregrinos. Había venido a España con intencion de aprender el idioma y estaba algo frustrado porque apenas había peregrinos españoles con los que hablar. Y no le faltaba razón; hoy era mi quinta noche en el Camino y ¡solo había concidido un día con un peregrino español!

Poco a poco el nombre del albergue y su decoración tomaban sentido. David, el propietario, era un viejo rockero de L.A. (aunque neoyorquino de nacimiento) que tenía una pequeña cadena de pizzas. Cuando descubrió el Camino, franquició sus pizzerías y compró una casa en La Portela donde montar una; pero no solo eso, también se celebran frecuentemente conciertos de rock. Aquí se puede leer su historia y en su cuenta de Instagram se puede estar al tanto de los conciertos.

Rock and Roll

Escribiendo junto a las viejas guitarras de David

Me senté tranquilamente a escribir mis notas mientras esperaba a la hora de la cena (las 6 y media de la tarde). En el porche nos sentamos en una larga mesa todos los presentes, incluyendo a David, su pareja y la amiga brasileña que me atendió cuando llegué. Además, estaban Joshua (el voluntario australiano) una chica y un señor de Quebec (por casualidad, no se conocían entre ellos), una pareja ya mayor de Texas, una mujer neozelandesa y un anciano de Zimbabwe. A peticion de Joshua, nos cogimos de la mano para dar gracias por la comida.

La cena constaba de distintas ensaladas y el plato estrella de la casa: pizza. No soy un entendido, pero las pizzas me parecieron deliciosas. Como prueba, la pareja tejana que se había alojado en el albergue la noche anterior y que hoy, desde el destinu de su etapa del día, cogieron un taxi para volver a comer.

Cena

Cena multinacional

Cena

Rock and roll pizza!

A veces me da pena perder por completo el rastro de los compañeros de albergue. ¿Qué será de ellos? ¿Habrán terminado el Camino? ¿Se habrán recuperado de sus enfermedades o lesiones? El anciano zimbabuense solo había podido recorrer 4 km (más o menos los que nos separaban de Trabadelo, el pueblo anterior). ¿Habrá podido continuar?

Todos se retiran muy pronto a la habitación. Yo no soy capaz de acostarme a las 8 de la tarde así que, como de costumbre, soy el último en irse a la cama. Así que, tras la cena, me quedo un rato en el porche, con mi libreta de notas.

Resumen de la etapa

Track

Track de la etapa

Perfil

Perfil de la etapa

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