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De Portomarín a Santiago
30 de mayo de 2024
Ha sido una de las peores noches del Camino; el calor apenas me ha dejado dormir. A eso de las cinco y media los primeros peregrinos se ponen en marcha. Estoy despierto dando vueltas en la litera así que ¿por qué esperar más?
Me lleva un rato prepararme, recoger y colocar las cosas en la bici, así que empiezo muy temprano. Aún es de noche cuando salgo a la calle y me llevo una buena sorpresa: llueve.
Durante los seis primeros días, el tiempo ha sido excelente para la bici. Mañanas frescas, calor excesivo solo algún día en las horas después de comer, no recuerdo lluvia (quizá cuatro gotas en algún momento), días largos… inmejorable.
De todas formas, no me preocupa en exceso la lluvia; aún es casi de noche así que coloco las luces, me pongo el reflectante y salgo de Portomarín por carretera. Como tantos otros días, en ayunas.
No recordaba la salida de Portomarín pero el segundo kilómetro, aún en frío, es al 9%. Al poco tiempo adelanto a Virginia, que ha salido a las cinco y media y nos despedimos.
Al pasar por Gonzar reconozco el bar donde me comí un estupendo bocata en mi anterior camino. Hoy es aún un poco pronto para detenerme. Muy poco más allá me desvío a la izquierda, abandonando la carretera. Llevo unos 7 kilómetros de marcha por la LU-633 y, aunque apenas hay tráfico, me parece más seguro el camino con la niebla.
Aunque poco me falta para arrepentirme, porque no dejo de subir y el piso se va poniendo cada vez peor, hasta el punto de obligarme a empujar la bici por un momento junto al castro de Castromaior.
La niebla le da una apariencia fantasmagórica a algunos tramos del camino; la verdad es que está precioso.
Cruzo la carretera un par de veces y pronto salgo a una pequeña carretera local que lleva a Ventas de Narón. Y, antes de llegar, paro a ponerme el chubasquero porque la lluvia arrecia.
De repente recuerdo la magdalena del irlandés y me la empiezo a comer en marcha mientras busco dónde coger agua y tomar un café. Entre tanto, observo el característico andar de los peregrinos bajo la lluvia, que me es tan familiar del viaje anterior. Pronto encuentro un bar con un grifo para coger agua; enseguida me doy cuenta que es el mismo sitio donde paré en 2022. ¡La cantidad de veces que me ha pasado esto en el Camino! Aprovecho y entro a tomar un café.
Vuelvo a la carretera y, aunque ahora de forma más suave, sigo subiendo. En los primeros 10 km he ascendido unos 350 metros, que no está mal para no haber ningún puerto. Pero enseguida tengo un respiro y un descenso muy disfrutón, en un tramo en el que los frondosos árboles no dejan ver las nubes.
Paso por numerosas parroquias o lugares: Ligonde, Lestedo, A Brea… algunas son solo un par de casas sueltas. Llevo dos horas de camino y aún no he llegado a Palas de Rei. Un poco antes, hay una mujer típicamente estadounidense sentada en una mesa en la puerta de una granja; paro a sellar la credencial, le pregunto qué la trajo aquí y me cuenta que estaba haciendo el camino, vio la granja en venta y… la compró.
Por fin entro en Palas de Rei y enseguida llego a las escaleras donde me divierto grabando el mismo video de la vez anterior: dejando la cámara en el suelo mientras las bajo cargando con la bicicleta.
Aunque mi intención era seguir el camino tradicional, cojo por error la Eurovelo 3 para salir de Palas de Rei en dirección a Melide; en este caso, sí se separa algo del camino. Si bien es muy agradable rodar por ella y es una alternativa muy frecuentada por los ciclistas, yo no quería hacerlo hoy. Pero ya no tiene remedio.
Retomo el camino cerca de Melide. Aunque son alrededor de las 9 y media de la mañana, ya hay algún comercio tratando de ofrecerme una ración de pulpo, tan típico de esta localidad. Hago una breve parada para hacer unas fotos junto a la capela de San Roque y el que se cree que es el crucero más antiguo del Camino, ya a poco más de 50 kilómetros de Santiago.
Entro en un bar pero no veo nada apetecible y me tomo una cocacola, sin más. Ya almorzaré más adelante.
El año pasado empecé aquí mi última etapa y hoy llego con 40 kilómetros en las piernas así que sigo sin tener ni idea de si llegaré hoy a Santiago o no. De momento continúo el viaje tratando de seguir el camino tradicional.
Tras unos pocos kilómetros, en la Taberna de Parabispo, paro a almorzar un café y un sandwich mixto. Hay tanta afluencia de peregrinos que el cocinero no da abasto, se le quema el sandwich y tiene que volver a empezar.
Aprovecho la parada para echar un vistazo a posibles alojamientos y veo que en Santiago está la cosa bastante complicada. Luego sabría que ese fin de semana se celebra un macrofestival de música en Santigo que pone las cosas más difíciles de lo normal. Viendo la poca disponibilidad y los altos precios (¡es el mercado, amigos!) parece claro que debo llegar a Santiago hoy mismo; total, estoy a poco más de 40 kilómetros. Pasando por Boente consigo hacer una reserva en un hotel céntrico a precio razonable, así que ni tanmal.
Con ese importante asunto resuelto, continúo entre un gran tráfico de peregrinos que ralentiza aún más mi ya de por sí lento avance. A mediodía se nota el bajón, pues muchos peregrinos paran a comer y algunos ya dan la jornada por finiquitada. Con esa tranquilidad paso por el maravilloso rinconcito de Ribadiso, que parece sacado de un cuento.
Poco después atravieso Arzúa que, tras tantos kilómetros entre pequeñas parroquias, me parece una gran ciudad. Los bosques que rodean a esta población son increibles.
Continúo por el camino, ahora más solitario; A Rúa, Pregontoño… Después de A Taverna Vella cruzo la A-54 por un puente; todo me es ya tan familiar… pero los kilómetros pasan despacio y el desnivel se sigue acumulando. De vez en cuando, pero con demasiada frecuencia, pequeños repechos superan los dos dígitos, alcanzando muchas veces el 14%. En alguno opto por empujar la bici.
Anécdota para los que conozcan los dispositivos Garmin: el track de la ruta completa (630 kilómetros desde Logroño) me marcaba en el apartado “Climb Pro” 36 ascensiones; pues bien, ¡15 de ellas están en esta última etapa! Y eso que no hay ningún puerto…
Sin pausa (porque tengo ganas de llegar a Santiago) pero sin prisa (porque no tengo ganas de que termine el viaje) paso Ferreiros, a Boavista, A Calzada, Salceda, A Brea (¿A Brea otra vez? Pues sí…) Se nota que algunos peregrinos han continuado caminando después de la comida aunque, poco a poco, van quedando menos. Me aproximo a A Rúa (sí, otro nombre repetido) y, un poco más allá, a O Pedrouzo; dos localidades donde es muy habitual que los peregrinos a pie pernocten la noche antes de la última etapa en su Camino.
Poco después de Pedrouzo hago una última parada en un bar llamado “kilómetro 15” (por razones obvias) y tomo una cocacola, un trozo de tarta de zanahoria y un plátano. Sé que es innecesario, pero estoy a esa distancia a la que no sabes si quieres llegar o si no… A la salida me acompaña un rato un peregrino a pie, pamplonica, que me hace muchas preguntas sobre la gravel por que él quiere volver con su bici de ciclocross.
Poco después rodeo el aeropuerto Rosalía de Castro y encuentro el gran mojón que, si no me equivoco, señala el límite del término municipal de Santiago de Compostela. Muchos peregrinos dejan allí sus “ofrendas” por lo que más que un mojón parece un basurero…
El Garmin aún marca unas pocas ascensiones más y no hay ni una que no tenga su repechito al 14%. Diría que alguien se divirtió mucho diseñando estos caminos 😡 Por fin llego a la última que señala el GPS, que guarda un buen regalito:
¡Menos mal que es la última!
Por fin entro en los últimos 10 kilómetros. Paso el camping San Marcos y me aproximo al Monte do Gozo. Allí, me tengo que abrir paso entre una riada de chavales que van al festival. Otro tipo de peregrinos. Desde el alto ya se ve Santiago al fondo…
Creo que son casi las 4 de la tarde cuando entro a Santiago. Me esfuerzo en seguir las indicaciones del Garmin, pero termino por no hacerle mucho caso. Eso me obliga a caminar con la bici para evitar alguna dirección prohibida.
De repente, llegando a la plaza de San Martín Pinario, aparecen las torres de la Catedral. Ya todo son nervios, las emociones se amontonan a medida que me acerco a la Plaza del Obradoiro; cojo la bici para bajar el último tramo de escaleras que, bajo un pequeño túnel, me lleva a la Plaza del Obradoiro. Y allí, enmarcada por el Pazo de Raxoi, el Hostal dos Reis Católicos, el Pazo de Xelmírez y el Colexio de San Xerome, se levanta la Catedral de Santiago.
Pero el viaje no ha terminado…
Resumen de la etapa
- 96 kilómetros
- 1900 metros de desnivel
- Unas 9 horas y media, paradas incluidas
- Track en Komoot
- Track en Wikiloc
Track
Perfil