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Día 4: de Grañón a Castellanos de Castro
Con la tensión del día anterior llegué cansado así que me acosté pronto y dormí estupendamente en el Albergue de Carrasquedo. La pena es que en septiembre ya no dan desayunos hasta las 9 y yo quería salir antes porque me esperaba una etapa larga:
Efectivamente, el día presentaba varias dificultades:
- Una, los 100 km de recorrido
- Otra, muy evidente, el ascenso a La Pedraja
- Y, finalmente, la travesía de Burgos que, de todas, era la que menos me motivaba
Así que en ayunas (bueno, con un gel de cafeína y un trago de agua) me puse en marcha antes del amanecer; eso sí, baja una maravillosa luna llena que no puede apreciarse en las fotos.
Me encanta la sensación de rodar por la noche. Enseguida atravieso Grañón y me mezclo con los primeros peregrinos conversando con algunos de ellos en el mirador a la salida del pueblo.
Me incorporo a la carretera en dirección a Redecilla del Camino, ya en la provincia de Burgos. Ahí hago la primera parada de café, en un bar repleto de caminantes. La parada es rápida y pronto vuelvo a la marcha en dirección a Castildelgado, Viloria de Rioja (que me salto por las obras cercanas), Villamayor del Río y Belorado, donde me entretengo dando una vuelta.
Salgo por el camino cruzando los siguientes pueblos (Tosantos, Vallambistia, Espinosa del Camino) entre peregrinos y viendo cómo, poco o poco, girasoles y cereales van sustituyendo a las viñas como cultivos mayoritarios. Precisamente un campo de girasoles nos regala esta simpática imagen:
En Villafranca de Montes de Oca paro a tomar un café y un pincho. Ahí comienza la dura subida a La Pedraja que haré por el camino tradicional. Las primeras rampas son las más duras y pronto el terreno pedregoso me hace bajar de la bicicleta, que tengo que arrastrar unos metros. La verdad es que es incómodo caminar por esos senderos arrastrando la bici, pero no es una gran distancia. Pronto la pendiente suaviza y, además, el bosque es espeso y fresco.
Por el camino encontraremos un monolito en una fosa común de la Guerra Civil y, muy cerca, una curiosa área de descanso plagada de troncos pintados. El artista es uno de esos pintorescos personajes que pueblan el camino y que vale la pena conocer. En mi caso tuve la suerte de que “me regalara un cuento”, un cuento precioso sobre el radio de una bicicleta.
Sigue un cómo descenso hasta San Juan de Ortega y su impresionante monasterio. A la salida nos encontraremos una bifurcación, una disyuntiva habitual en el camino; en mi caso, preocupado por la longitud de la etapa y por llegar a tiempo al albergue (para los dueños era muy importante que llegásemos antes de las 18h) elegí la variante corta que va directa a Burgos por Ibeas de Juarros. La otra, posiblemente más interesante, pasa por Atapuerca; pero no era el día y queda para otra ocasión.
La entrada a Burgos, como a casi todas las ciudades importantes, es compmlicada. Sigo los carteles de “Centro Ciudad” y, no tardando mucho, estoy atravesando el Arco de Santa María en dirección a la magnífica Catedral. No paro mucho tiempo, lo justo para hacer las fotos de rigor y me pongo en marcha hacia la salida de la ciudad por el oeste, pasando cerca del Monasterio de Las Huelgas. Antes de salir paro en una gasolinera a comprar una cocacola y Haribos, que serán la base de mi alimentación muchos de los días 😄
Pronto alcanzo Tardajos y en Rabé de las Calzadas paro un rato a la sombra de una ermita. Son casi las 2 de la tarde y el sol es abrasador.
En esta zona el camino es tan blanco y la luz del sol tan intensa que me tengo que poner las gafas de sol… encima de las de ver 😄 El paisaje ya es el típico de la Meseta Castellana, nada que ver con el que dejé por la mañana. Para mí tiene mucho encanto y disfruto rodando por él aunque entiendo que a muchos caminantes no les guste; tiene que ser duro el peregrinar a pie por esta parte.
Aquí hay pocos pueblos y alejados. Paso Hornillos del Camino con sus decoraciones florales, el último antes del albergue elegido para hoy.
El Albergue Fuente Sidres es de reciente construcción. Parece estar en medio de la nada, rodeado de campo, aunque está cerca de Castellanos de Castro (que queda fuera del Camino) y Hontanas (por donde pasaremos mañana). Aunque no éramos muchos los peregrinos alojados ese día (seis, tres de USA, una francesa, una sueca y yo) había un gran ambiente porque eran muchos, bien caminantes, o bien habitantes de los pueblos cercanos, los que paraban en el bar a tomar algo.
Los anfitriones, Diana y Adrián, no solo hacen todo lo posible por hacer la estancia agradable sino que, además, son divertidos. En particular Adrián, un adicto a la ruta jacobea con decenas de Caminos completados, tiene mil historias y anécdotas que contar. Además, la comida es exquisita y abundante y el precio incluye, para mi sorpresa, el lavado de ropa (que, eso sí, tienes que ocuparte tú de tender).
Dispone de un pequeño mirador que aprovecha su privilegiada ubicación para disfrutar de espectaculares puestas de sol; además, la noche que pasé allí coincidía con la luna llena por lo que el espectáculo fue doble. El rato entre la puesta de sol y la salida de la luna lo pasé escuchando las historias de Adrián y la francesa, una profesora jubilada que viajaba -o eso creía firmemente ella- con su marido fallecido. Historias que ocurren en los albergues del Camino…
¡Buen Camino!
Nota del autor
Han pasado unos meses desde que terminé el Camino. Bueno, si es que lo he terminado, porque raro es el día que no lo recuerdo.
Pero hoy me he dado cuenta de una cosa; cuando empecé en Roncesvalles no sabía qué era el Camino. Y creo que no lo supe durante ese primer fin de semana. Ni siquiera en la etapa de Logroño a Grañón.
Hubo un hecho concreto que me hizo cambiar la percepción del Camino y empezar a verlo y vivirlo de otra forma. Ese hecho fue el encuentro con el artista de La Pedraja, la conversación con él y el escuchar su cuento. No recuerdo su nombre pero, aunque en ese momento no me di cuenta, fue fundamental en mi Camino.
Gracias, amigo. Nos volveremos a encontrar y espero poder contarte esta historia.
El video de la etapa
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